La despedida
Entrevista La pareja de “El elegido” La tira protagonizada por Pablo Echarri y Paola Krum hoy emite su último capítulo. El también fue productor, y dice que esa nueva función es compatible con su personalidad obsesiva
Misión cumplida. Con el cansancio, la satisfacción y la felicidad a cuestas, Pablo Echarri y Paola Krum, después de un año de trabajo intenso, sienten que llegaron a un punto de inflexión en sus vidas profesionales. Es el que les marcó El elegido , la telenovela que esta noche, a las 23, emite su último capítulo por Telefe.
Una ficción para tener en cuenta en los próximo Martín Fierro.
“Fue una misión difícil, casi épica, pero me queda un sabor dulce y una gran alegría. Y la certeza de que no voy a poder dejar esto”, dice Echarri quien, con esta tira debutó como productor (junto a Martín Seefeld y Ronnie Amendolara). Y logró que, gran parte del público, se volviera fanático de esta historia con personajes oscuros, ambiciones desmedidas, temas ríspidos y delirios mesiánicos.
¿Cuál creen que fue la clave para lograr tanta adhesión? Echarri : Lo no convencional de la historia, puede ser. Fue una apuesta grande y nos salió bien, por suerte. En mi caso, doble apuesta, porque era mi primera incursión como productor y no sabía si lo iba a poder hacer. Creo que fue posible por el equipo que se armó, detrás y delante de cámaras. Yo estaba en el día a día, pero podía correrme un poco, porque había gente con criterio que se podía ocupar. Producir fue un deseo mío de siempre, y muchas veces, en otras tiras, lo hice de metido, pero me sacaron a patadas (risas). Laburamos mucho en cónclave, siempre. Otro de los pilares fue el grupo de actores. Y todos tiramos para el mismo lado, porque cada uno que llegaba al equipo, se sentía comprometido con el proyecto. Y me demostraban que les daba alegría verme ocupar ese rol. Creo que es una energía contagiosa.
Krum : Además, el hecho de que los héroes fueran atípicos también tuvo que ver con esta adhesión. Yo fui la primera convocada, porque con Pablo somos amigos desde hace años. Al principio él me hablaba del proyecto, me contaba una historia compleja de la que no entendía nada (risas).
Pero te animaste y te sumaste.
Krum : Sí, porque me atrajo mucho el proyecto. Yo no hacía tele desde Montecristo , después tuve a mi hija y me dediqué a la maternidad, porque lo deseaba mucho. La vuelta tenía que ser con algo que me dieran muchas ganas de hacer. Con El elegido fue como volver a empezar en la profesión. Al principio costaba contar esta historia de amor predestinada. Mariana, mi personaje, tenía mucha ira y la obsesión de encontrar justicia. Además, se enamora de un tipo casado. La gente no lo tomaba muy bien. Después, sentí empatía, cuando Mariana sufrió la violación, algo atípico para una heroína.
¿Esa fue tu escena más difícil? Fue un momento fuerte. Por suerte, con Luciano (Cáceres) hubo confianza. Terminé de grabar agotada. Pero creo que lo peor vino después, cuando yo llegaba a las grabaciones, contenta de estar con mi nena, y me tenía que maquillar los golpes y meterme en ese túnel oscuro de sufrimiento.
En tu caso, Pablo, te encontraste con un héroe, al principio, fuera de lo común, lejos del galán habitual. ¿Cómo lo viviste? Echarri : Andrés Bilbao empieza siendo un renegado de sus orígenes, un ambicioso. Me daba miedo, dudas, excitación, porque iba a resultar antipático para el espectador. Después sufre un proceso de transformación, pero a cambio de grandes dolores, como la pérdida de sus padres (que interpretaron Patricio Contreras y Leonor Manso). Ese momento fue otra jugada fuerte, un golpe difícil de digerir para el público. Así que cuando el héroe encontró su nobleza, me sentí más tranquilo.
Ahora que termina la historia, ¿qué balance hacés de la experiencia? Muy positivo. Cuando me llegó la idea de Adriana Lorenzón (la guionista) hace más de dos años, lo llamé a Martín (Seefeld), porque sentí que era un material donde plasmar la obsesión que tenemos los dos. Entonces, se fueron sumando voluntades y energía constructiva. No fue fácil concretar el sueño, pero el tiempo nos permitió trabajarlo mucho. Fuimos probando cosas como los videoclips con los sueños de los personajes. Fueron regalitos, perlitas, pero después amainamos para que no se instalara. Siempre pudimos encontrar una salida a las cosas que no salieron tan bien, sin entrar en pánico. Eso me permite pensar que ahora no puedo volver atrás. Esto me abrió un abanico enorme en mi acto creativo. Esta faceta contiene mi personalidad obsesiva, que descubrí (risas). Antes me iba y me quedaba tildado con algo y ahora, estoy en el auto y pego la vuelta; o llego a casa, mi hijo se me tira al cuello y yo voy al teléfono: uno esas puntas que antes no podía. Tenía que animarme, es una búsqueda artística que se completó. Y lo puedo hacer porque cuento con el apoyo total de Nancy (Dupláa) que comprende perfectamente mi necesidad. Y con lo próximo que hagamos habrá que revalidar el título.
Una ficción para tener en cuenta en los próximo Martín Fierro.
“Fue una misión difícil, casi épica, pero me queda un sabor dulce y una gran alegría. Y la certeza de que no voy a poder dejar esto”, dice Echarri quien, con esta tira debutó como productor (junto a Martín Seefeld y Ronnie Amendolara). Y logró que, gran parte del público, se volviera fanático de esta historia con personajes oscuros, ambiciones desmedidas, temas ríspidos y delirios mesiánicos.
¿Cuál creen que fue la clave para lograr tanta adhesión? Echarri : Lo no convencional de la historia, puede ser. Fue una apuesta grande y nos salió bien, por suerte. En mi caso, doble apuesta, porque era mi primera incursión como productor y no sabía si lo iba a poder hacer. Creo que fue posible por el equipo que se armó, detrás y delante de cámaras. Yo estaba en el día a día, pero podía correrme un poco, porque había gente con criterio que se podía ocupar. Producir fue un deseo mío de siempre, y muchas veces, en otras tiras, lo hice de metido, pero me sacaron a patadas (risas). Laburamos mucho en cónclave, siempre. Otro de los pilares fue el grupo de actores. Y todos tiramos para el mismo lado, porque cada uno que llegaba al equipo, se sentía comprometido con el proyecto. Y me demostraban que les daba alegría verme ocupar ese rol. Creo que es una energía contagiosa.
Krum : Además, el hecho de que los héroes fueran atípicos también tuvo que ver con esta adhesión. Yo fui la primera convocada, porque con Pablo somos amigos desde hace años. Al principio él me hablaba del proyecto, me contaba una historia compleja de la que no entendía nada (risas).
Pero te animaste y te sumaste.
Krum : Sí, porque me atrajo mucho el proyecto. Yo no hacía tele desde Montecristo , después tuve a mi hija y me dediqué a la maternidad, porque lo deseaba mucho. La vuelta tenía que ser con algo que me dieran muchas ganas de hacer. Con El elegido fue como volver a empezar en la profesión. Al principio costaba contar esta historia de amor predestinada. Mariana, mi personaje, tenía mucha ira y la obsesión de encontrar justicia. Además, se enamora de un tipo casado. La gente no lo tomaba muy bien. Después, sentí empatía, cuando Mariana sufrió la violación, algo atípico para una heroína.
¿Esa fue tu escena más difícil? Fue un momento fuerte. Por suerte, con Luciano (Cáceres) hubo confianza. Terminé de grabar agotada. Pero creo que lo peor vino después, cuando yo llegaba a las grabaciones, contenta de estar con mi nena, y me tenía que maquillar los golpes y meterme en ese túnel oscuro de sufrimiento.
En tu caso, Pablo, te encontraste con un héroe, al principio, fuera de lo común, lejos del galán habitual. ¿Cómo lo viviste? Echarri : Andrés Bilbao empieza siendo un renegado de sus orígenes, un ambicioso. Me daba miedo, dudas, excitación, porque iba a resultar antipático para el espectador. Después sufre un proceso de transformación, pero a cambio de grandes dolores, como la pérdida de sus padres (que interpretaron Patricio Contreras y Leonor Manso). Ese momento fue otra jugada fuerte, un golpe difícil de digerir para el público. Así que cuando el héroe encontró su nobleza, me sentí más tranquilo.
Ahora que termina la historia, ¿qué balance hacés de la experiencia? Muy positivo. Cuando me llegó la idea de Adriana Lorenzón (la guionista) hace más de dos años, lo llamé a Martín (Seefeld), porque sentí que era un material donde plasmar la obsesión que tenemos los dos. Entonces, se fueron sumando voluntades y energía constructiva. No fue fácil concretar el sueño, pero el tiempo nos permitió trabajarlo mucho. Fuimos probando cosas como los videoclips con los sueños de los personajes. Fueron regalitos, perlitas, pero después amainamos para que no se instalara. Siempre pudimos encontrar una salida a las cosas que no salieron tan bien, sin entrar en pánico. Eso me permite pensar que ahora no puedo volver atrás. Esto me abrió un abanico enorme en mi acto creativo. Esta faceta contiene mi personalidad obsesiva, que descubrí (risas). Antes me iba y me quedaba tildado con algo y ahora, estoy en el auto y pego la vuelta; o llego a casa, mi hijo se me tira al cuello y yo voy al teléfono: uno esas puntas que antes no podía. Tenía que animarme, es una búsqueda artística que se completó. Y lo puedo hacer porque cuento con el apoyo total de Nancy (Dupláa) que comprende perfectamente mi necesidad. Y con lo próximo que hagamos habrá que revalidar el título.
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