domingo, 9 de octubre de 2011

Lito Cruz: "Yo nunca creí en nada"

Buenos Aires : Entrevista. El villano de “El elegido”. Vinculado a fuerzas oscuras, su personaje en la tira de Telefe ya se ganó un lugar en la antología de malvados televisivos. El actor habla del poder, de la ambición de eternidad, de Echarri y de la TV actual.                Al personaje lo completa el espectador, y todo eso que no está, el espectador lo inventa.

Lito Cruz evita caer en absolutos. Una de las palabras que prefiere para referirse a cualquier tema, y que usará una y otra vez durante la conversación, es “hipótesis”. Tan es así que cuando describe a Oscar Nevares Sosa, el inescrupuloso abogado que encarna en El elegido (lunes a jueves a las 23, por Telefe), evita definirlo como un villano clásico, como un malo y punto. Prefiere indagar en los motivos que llevan a este personaje a actuar de esa manera, y evitar los juicios de valor apresurados.



Reconoce que es fundamental, para poder jugar con la ambigüedad de su personaje, la intención manifiesta de quienes realizan la tira de fomentar la imaginación en sus televidentes. “A Nevares Sosa lo completa el espectador –explica-. Yo le doy signos. Algunos lo odian, otros se ríen. Pero es el espectador el que completa al personaje de acuerdo a su vida interior”.
A sus 70 años, y más de 50 de profesión, explica que encontró en El elegido varios motivos para aceptar, por primera vez, participar de una tira en televisión. “Me interesó que Pablo Echarri y Martín Seefeld (dueños de El árbol) fueran los productores –cuenta-, porque eso aseguraba una especie de filtro entre el elenco y el canal que permitiría un mayor cuidado de la calidad del producto. Y quien mire el programa notará que todos los rubros están perfectamente atendidos. La iluminación, el vestuario, el sonido, la musicalización; todo es impecable”.
Recuerda que cuando lo invitaron a formar parte del proyecto, lo entusiasmó la temática en la que se centraría la historia. La usurpación de tierras a los pueblos originarios en la Patagonia, la masonería, las fuerzas espirituales, la lucha entre el bien y el mal, eran temas que, en ocasión de algún trabajo previo, ya había abordado, y le interesaba la posibilidad de desarrollarlo con mayor profundidad en televisión. Para ello encarnaría a Nevares Sosa, que con el correr de los capítulos se convertiría en uno de los villanos más carismáticos de la televisión.
¿En qué se basó para definir los rasgos de su personaje? A los personajes uno los suele empezar de una manera y de pronto le va imaginando otros rumbos y le va dando algunos giros. Con Nevares Sosa me permitieron dejar algunas letras mías, y eso me dio cierta libertad para lanzar algunos conceptos que yo tenía y sabía sobre la masonería, la mística, el mal. Lo que me permitió agregar al programa una cantidad de cosas personales y pensamientos propios.
Echarri fue alumno suyo y, en “El elegido”, su personaje comenzó también siendo su discípulo, ¿cómo fue trabajar con él? Con Pablo tenemos una relación muy buena y evidentemente ese vínculo previo nos ayudó. Esas cosas quedan en la memoria profunda de las personas, son inconscientes. Y de alguna manera, en la relación que tenían originalmente Andrés y Oscar había algo de aquella relación de alumno y discípulo entre Lito y Pablo. Evidentemente aquella memoria funcionó muy bien en nuestra relación en la ficción.
Otro de los personajes con el que Oscar mantiene una relación muy íntima, por momentos de una tensión casi sexual, es con Verónica San Martín (Leticia Bredice).
En realidad, ese es un fenómeno del arte, en donde el espectador tiene el poder de completar las imágenes. Por ejemplo, (Pablo) Picasso hacía una paloma con tres trazos, y la paloma la creabas vos, pero no estaba. Entonces la sexualidad, la sensualidad, la relación, todo eso lo imagina el espectador por los signos que aparecen en el escenario, o en la pantalla. Entre Oscar y Verónica, por ejemplo, no sucedió nunca nada, es simplemente lo que desencadena en la imaginación del espectador. Y ese es el sentido del arte. Al personaje lo completa el espectador, y todo eso que no está, el espectador lo inventa.
En ese sentido, los espectadores suelen ver a Oscar como un malvado. ¿Por qué usted, en cambio, suele defenderlo? Porque es un personaje complejo que tiene varios niveles. El del humor, el del sentimiento apostado a una eternidad. Tiene una manera de mirar el mundo. Por ejemplo, cuando mató a los padres de Andrés (Echarri), una mirada sería que es un asesino y punto. Desde la óptica de Nevares Sosa, lo hizo para evitar que siguieran haciendo abortos y mataran embriones que venían al mundo, y uno de ellos podía ser un profeta. ¿Y quién tiene la verdad? ¿Entonces es su ambición desmedida de poder lo que lo lleva a ser malo? Yo creo que él quiere conseguir la clave de la eternidad, la clave de la continuidad eterna. Sabe que en algún lugar de la Patagonia hay una llave para otro tipo de existencia humana, de un nivel más desarrollado, y la quiere conseguir. Ahora, en el camino no hay tiempo para recoger a los heridos de guerra, ¡¿qué vas a hacer?! ¿Por qué cree que pegó tanto en el público esa carga esotérica de la tira? Supongo que es una parte fuerte del programa porque no creo que haya un ser en el planeta que no se pregunte qué hay más allá de la muerte. Entonces ahí entra la mística, o la metafísica. Algunos se refugian en Dios, y ahí empieza el fanatismo. Yo creo que el hombre debe estar más allá de las tres o cuatro religiones que rigen la vida de las personas y que sirven, en general, para ejercer el poder.
¿Y usted en qué cree? Yo nunca creí en nada. Ni en Dios, ni en el Diablo, ni en mí. No creo en nada porque la creencia instala la mente en una palabra, un concepto, y la inmoviliza. Yo manejo mi vida con hipótesis, que son lo único que hace que uno avance. Si creyera en Dios, me quedaría tranquilo, total él se ocuparía de todo. Pero si en cambio tengo la hipótesis de que hay un Dios, entonces se activan cosas en mí que me motivan a buscarlo. Y ese es el verdadero tema con Dios, su búsqueda. Pero si existe, la verdad es que es muy injusto.
Fuente: Diario Clarín

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